El Hombre Viento - Terremoto

Letra de Terremoto


[El Hombre Viento]
Los terremotos siempre yerran en su venganza.
Ni la naturaleza ya es justa.
Hay otros mundos pero no están en éste,
y nadie va a dejarse arrastrar hasta donde los dioses se asustan.
Porque nadie piensa que lo merece,
nadie quiere ir a perecer donde la esperanza ya ni crece.
Perros comiendo a perros,
señoras observando a la muerte pasearse con la dirección de sus vecinas.
Y eso, ni es azar ni es cuestión de suerte.
Y eso, ni es azar ni es cuestión de suerte.
La arena es el piano de los supervivientes,
la pena es una sombra vagabunda que invita a bailar.
Y mientras, la risa soporta la embestida de las tormentas al atacar
el futuro sabiéndose inútil, acepta que tan sólo le queda esperar,
en este valle de tierra y fuego, de raíces de metal,
en este páramo a donde el mañana nunca supo llegar.

(Ángel González, de su poema “Primera evocación”)
(…) era imposible
soportar sin horror esa estridencia (…)
y el arco iris ponía
un bucólico fin a tanto estrépito (…)
Perdido para siempre lo perdido,
atrás quedó definitivamente
muerto lo que fue muerto.

[El Hombre Viento]
Pero ante el caos los niños juegan,
entre las ruinas, parejas de adolescentes se aman,
trabajadoras de la construcción se limpian el sudor,
alcohólicos protestan por su desgracia.
La luz de esta tierra provoca sueño,
el sueño libera durante unas horas de la consciencia de respirar,
la tierra tiembla pero apenas ya hay besos que se pierdan por el camino.
La mayor parte de ellos se marcharon después de que muriera el destino.
Razonar cuesta, perdonar es absurdo.
Hay flores en el suelo recordando los pasos de quien ya no anda,
hay flores en el cielo recordando los pasos de quien ya no anda,
y eso duele, como la herida infectada que nunca sanará.
Abuelos sin descanso, padres sin felicidad, niños sin juegos, bebés sin nanas.
Tierra ultrajada mancha en el alma,
aire en el pelo buscando la calma.
El descanso de la razón despierta la tierra y sepulta al débil,
el descanso de la razón despierta la tierra y sepulta al débil.

(Ángel González, de su poema “Primera evocación”)
Un rastro de cristales y de ramas
rotas, que al alba
la ciudad muestra tan desolada y lívida.
(…) cubriendo
de cadáveres mínimos distantes territorios, (…)
de huérfanos pequeños.

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