Rafael Lechowski - El Viejo y el Pajarillo
Letra de El Viejo y el Pajarillo
Vivió una vez un viejo solitario en la montaña,
decía que buscaba el amor y no lo encontraba.
En mitad del bosque construyó una cabaña.
«¿existe el amor?», pensó, «¿o es sólo una palabra?».
«¿Lo sabe la flor si se esconde tras el alba?».
«¿o tal vez lo sabe el pez, en el secreto del agua?».
«¿¡Dónde está el amor!?», buscó el viejo en la mañana.
«¿¡dónde está el amor!?», buscaba en la madrugada.
Una tarde roja, en la vereda arbolada,
el viejo vio a un pajarillo que cayó de la rama
Pobre pajarillo que a su madre buscaba,
danzando de miedo con sus alas tempranas.
«¡Mira, ya te acecha el carroñero tras las zarzas!».
«¡mira, ya viene con sus dientes y sus garras!».
«Ni el lobo ni el aguilucho podrán hacerte nada,
pequeño pajarillo, te cuidaré con el alma».
El viejo recogió semillas y gusanos
y picoteaba el pajarillo del cuenco de sus manos
Bebía de la hierba gotas de rocío fresco,
idénticas a sus ojillos redondos y buenos.
El viejo trenzó una cuerda con hojas de palmera
y cantaba alegre el pajarillo posado sobre ella.
Qué feliz el pajarillo y qué triste el viejo,
que tenía el amor tan cerca y lo buscaba lejos.
Pronto se hizo grande el pajarillo:
qué hermosas sus alas, qué hermoso su trino
Qué hermosas plumas blancas, y su pecho rojizo,
parecido a los otros pájaros del árbol vecino.
Un día al despertar, el pajarillo ya no estaba…
«¡ay!, ¡mi pajarillo!», lloró el viejo en la cabaña.
«¿Habrá echado a volar para unirse a su bandada?».
«¿o tal vez encontró el amor que yo tanto buscaba?».
De tristeza y hambre el viejo cayó enfermo,
la soledad secó todos los frutos de su huerto.
Tan grande era su pena y tan grande su silencio
que hasta el buitre negro empezó a girar en el cielo.
Cuando el viejo abrió por fin los ojos casi muerto
vio frutos silvestres esparcidos por su cuerpo
Moras, frambuesas, un edén en su pecho,
y fruto del milagro el viejo levantó de su lecho.
«¡Has sido tú, pajarillo!», dijo el viejo.
«¡tú siempre me veías y era yo el que estaba ciego!».
«¡Son tuyos estos frutos y era tuya la alborada,
cantando junto a los demás, fundido en la mañana!».
«Siempre estuviste aquí y no te había visto,
el amor estaba en mí y yo fuera de mí mismo».
Y así es como, por fin, el viejo logró comprender
que, igual que el pajarillo, el amor nunca se fue.
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