Rafael Lechowski - Acto tercero - Caída del yo

Producido por: Rafael Lechowski, Luis Giménez

Letra de Acto tercero - Caída del yo

Llevaba mucho en recogimiento
larguísima soledad sin apenas diálogo ni pensamiento
Una vida reducida a despertar para cerrar los ojos de nuevo
hincar el cuerpo en la tierra y respirar silencio

Comer escaso, despacio, pasear hasta el cansancio
impasible a la ansiedad del tiempo
Descender al pueblo a por alimentos
sorber el sol del camino, volver por la senda del agradecimiento

Y de regreso espiar a través de las celosías
con triste alegría, la fiesta en los jardines de las familias
Triste por mi soledad, y feliz
porque el universo es mi jardín y esas familias son también las mías

Pero un día desperté sordo a lo externo
mis ojos sólo podían mirar hacia adentro
Y busqué dentro ¡Más adentro! Y hallé el centro:
el originario hilo que une al Ser con el universo

Entonces sentí un temblor
como si cediesen los pretiles y pude asomarme más a mi interior
Dentro todo era abismo, voluta de oscuridad y precipicio
y en la profundidad se oían gritos

Chillidos de una lucha encarnizada en lo más hondo
eran mis múltiples yoes devorándose unos a otros
Egos royendo a otros egos desfallecidos sobre el yermo
los oía desgarrar y mascar deprisa hambrientos

Despedazando con avidez ojos, víscera y huesos
mientras otros buscaban en los escombros posibles restos
Desierto de carroña y piel de avatares muertos
entraña y costra, polvo y máscara de mis ancestros

Todo lo que fui y en verdad no era,
palacio en el aire, ceguera, la mentira de mis opuestos
Y quedó un último Yo, arraigado y gigantesco
arrasado el pasto, comenzó a engullir sus propios miembros

Y no, no era un sueño
pues abría fuerte los ojos y mareado veía borroso el paisaje externo
La casa, el árbol, el pozo, el huerto...
y dentro, pensamientos chocando contra pensamientos

De pronto, un cegador estruendo
insoportable presión en mi mente, como si me arrancaran de mi propio cuerpo
Y se hizo el silencio finalmente
mi conciencia un templo en ruinas y entonces debí de caer inconsciente

Al recobrar el sentido
mi ser liviano quería abrazarlo todo con la inocencia del recién nacido
No sé explicar este sentimiento
sólo sé que un ruiseñor que comenzó a cantar fuera cantó también dentro