Rafael Lechowski - Acto Cuarto - Escena última

Producido por: Rafael Lechowski, Luis Giménez

Letra de Acto Cuarto - Escena última

[Begoña Zamacona]
Hallaron su cuerpo bajo un árbol
Con un charco de sangre entre sus piernas
Llegó demasiado...

(Vale, vale, corta, corta, perdona, Begoña, corta; vamos a parar aquí. Paramos aquí, corta)
¿Repito algo o...?
(No, no, vamos a terminar aquí. Lo dejamos aquí ya)

[Rafael Lechowski]

Querido espectador: la obra termina aquí. Sí, termina aquí. Y es que, a medida que la historia iba avanzando, el final que tenía preparado iba perdiendo sentido en mí. He esperado hasta el último momento para tomar esta decisión de ejecutarlo o no ejecutarlo, pero ahora siento que no es necesario, y todo lo que no es necesario es antinatural, es inútil. Y es cierto, tenía un final preparado, sí, lo tenía: un final trágico, un giro fatal en el que el protagonista, en una sed insaciable, seguía buscando y buscando una verdad mayor hasta caer en la locura de creer que todo lo que había descubierto, todo lo que había... eh, dado sentido a su nueva existencia era sólo una ilusión, un frágil ideal, un espejismo, una interpretación. No sé si conoces esa frase, querido espectador, que dice "para el ser humano, la flor es hermosa, un símbolo de la belleza, y es embriagadora su fragancia, pero para la abeja no es más que una fábrica de néctar, una dura tarea". Pues haciendo de ese ejemplo un argumento fatalista quería hacer que el universo se mostrase al protagonista como una maquinaria fría e indiferente que no responde a ningún orden sino que se rige por... por un caos violento y que sólo la destrucción y la procreación, el desaparecer y el continuar tienen sentido, lo demás es un bálsamo que disfraza la realidad. Entonces Quarciso clama a la vida, a la naturaleza, al universo, que esto no puede ser cierto, que no puede haber un engaño final, un engaño al final del camino. Que no es posible llegar tan lejos para caer de nuevo en el principio, en la nada y en el sinsentido; que nada se volvería a aprovechar de él, que nada volvería a traicionarlo. Y, como en una tragedia griega, en venganza se arranca de, entre sus piernas, el miembro para negarle al universo la continuación de su ser. Y la voz femenina que narra es su hija de la que no tiene constancia, fruto del último encuentro con el desamor, como una metáfora de que la naturaleza, sin él saberlo, se había salido ya con la suya

Pero, querido espectador, me escucho a mí mismo ahora y pienso "qué desorientado debía de estar en aquel momento para querer terminar de una manera tan enrevesada, tan torpe, tan oscura". Sólo un corazón perturbado elegiría este final ¿No crees? Y más aún, ahora, que creo que... creo que la vida es un regalo maravilloso, creo en el... en el amor como la mayor expresión del... del ser, porque es el sentimiento que nos aleja de nuestro egoísmo. Y creo en la sencillez de vivir, creo... creo que el éxito de la vida es vivir y... y no hay oscuridad suficiente en mi interior para ponerle una voz creíble al sufrimiento y al dolor de un argumento ya tan antiguo. Sé que... sé que me comprendes. Tal vez buscaba en ese final un efecto terapéutico: meter dentro del protagonista mis sentimientos más oscuros, mi rencor, mi odio, mis miedos; esconderlo todo dentro de él, hacerlo ascender hasta lo más alto, hasta la luz, para después arrojarlo, matarlo y salvarme. Pero, entonces si ese no es el final, si no sirve "¿Cuál es la moraleja?" te preguntarás. La moraleja es que el camino hacia el bien era el bien mismo; que el camino hacia esa salvación era la salvación en sí, que es increible el poder transformador que tiene el arte y que a la paz no se llega a través de ninguna lucha, sino a través del amor sin esfuerzo

Y ojalá nada me obligue a reabrir la herida y dentro de diez, veinte o treinta años cantar la tragedia que falta, sino que este, lo que estoy diciendo ahora, sea el final definitivo, el acto quinto en sí. Y creo que no me equivoco eligiendo este final, sino que es un final coherente, un final justo, pues, desde la posición de privilegio que me otorga el arte, termino diciendo algo positivo, algo bueno: el bien siempre trae el bien. Y gracias al arte he descubierto que el amor es lo más elevado, yo que pensaba que el arte era la expresión más alta del ser, pero lo más grande es el amor porque quien ama a la vida, ama todo ¿Pero de qué sirve el arte que no conoce o no contiene el amor? Nunca más haré de la vida un camino sinuoso de ambición, sino un camino de sencillez y de agradecimiento; despertar, contemplar el amanecer, el pan recién hecho, la mirada pura de una madre, la risa de un hermano, el nacimiento de un hijo. Todo mi sufrimiento no fue más que un mal sueño y he despertado